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El ayer define como somos hoy

Actualizado: 20 dic 2019

Pasó hace cinco años, cuando cursaba tercero de la ESO. Yo tenía un grupito de amigas que  hoy en día no mantengo (únicamente tengo relación estrecha con una de ellas, no digo el nombre por privacidad, pero llamémosla Cristina). Otra de las chicas era - llamémosla - Jacinta; una de con las que mejor me llevaba, de con las que más relación tenía. 


Jacinta estaba bastante "pillada" de un amigo nuestro, que por aquel entonces era uno de mis mejores amigos, -llamémosle- Adolfo. Además, el también sentía algo por ella. Yo, que tenía muy buena relación con los dos, intenté quitarles a ambos el miedo a estar juntos. Tras unos meses, empezaron a salir. Ellos contentos. Y yo también de verlos bien a ellos.

El problema fue que un día a través de un amigo que Adolfo y yo teníamos en común, me enteré de que Adolfo había dicho cosas hirientes sobre la que, en aquel entonces, era su novia y mi amiga. La había criticado repetidamente haciendo referencia a su físico, criticándola, rebajándola (además, también había hablado y juzgado a otras de las amigas del grupito que teníamos). Yo, que por aquel entonces me escandalizaba mucho más por las fechorías que hoy en día, tuve la necesidad, sentía la responsabilidad, de contárselo todo a mis amigas y, en especial, a Jacinta. 

Jacinta y Adolfo en aquel momento estaban muy unidos, rozando prácticamente la toxicidad y el aislamiento del resto... 


Le conté todo a las chicas. Ninguna se lo esperaba. Jacinta... Jacinta no se lo creyó. Estaba ciega de "amor" (más adelante, mucho más adelante, años después, abriría los ojos).
En aquel momento la que se sintió engañada fui yo. Engañada por ella. Defraudada, quizás. No logro recordar cómo me sentí, o que pensé. ¿Rabia?

*Inciso: a todo esto cabe decir que Cristina y yo, por aquel entonces, estábamos empezando a distanciarnos de ese grupo de amigos y nos juntábamos con otras compañías (más adelante se entenderá la importancia de esto)*


A partir de ese momento, Jacinta, que ya había empezado a distanciarse, desapareció por completo. Se refugió en Adolfo, se unió más a él, se hundió en él.

Mi amistad con Adolfo se esfumó. Fas! La única relación que quedó entre nosotros se manifestaba en gritos en clase, amenazas, insultos y reproches. Asco. Era una relación de asco.


"Y, ¿el bullying?" Te preguntarás. Ya es de natural en mí enrollarme más que las persianas, pero más en esta historia. Ya que creo que si no se cuenta bien no se puede entender.


No me hicieron bullying, nunca. Quizás lo intentaron, quizás con muchas ganas, pero no lo consiguieron. Uno de los amigos de Adolfo había sido mi novio hacía prácticamente nada, semanas. A este le llamaremos Juan. Juan estaba enfadado con la vida, con el mundo, y especialmente conmigo. Digamos que no asumió la ruptura, que no la entendía, y entendía menos mis nuevas compañías, mis nuevas amistades, estaba rabioso y enfadado, pensaba que estaba con otro. Adolfo, Juan y yo íbamos juntos a clase (toma ya).

Se pasaban las mañanas haciendo comentarios sobre mí, con el volumen suficiente para que llegara a mis oídos, pero no a los del profesor. "Yonkie", "un porrito", "mentirosa". Sé lo que intentaban. Intentaban hundirme. Les entiendo...
Desgraciadamente, les entiendo, porque actuaron de la misma manera que actué yo; ¿la diferencia? Ellos, tras muchos intentos, jamás consiguieron hundirme. ¿Yo? Trastorné a una persona.

Aún después de tanto tiempo duele recordar acciones como estas. Muchas veces en mi vida he dicho que: “A buenas, soy lo mejor que te puedes encontrar, que daré la vida si hace falta por los míos; pero que a ser malas, soy lo peor”. Que asco, puro asco, de frase.

No me siento nada orgullosa de esto, quiero que quede bien claro.


Todo empezó una tarde, que yo estaba con unos amigos y a la vez hablando con ella por WhatsApp, ambas en tono conflictivo.

En un momento dado uno de ellos, me cogió el móvil y le grabó un audio dirigiendole una retahíla de comentarios ofensivos. Yo intenté quitarle el móvil y que no lo enviara. Pero no, no me quiero excusar. Porque lo intenté, pero luego me reí. Y sería la primera de muchas risas más.

Cuando Jacinta y yo nos cruzábamos. ¿Qué hacía yo? Risas, comentarios feos, indirectas, malas caras … Y eso cuando estaba sola.
Cuando estaban mis amigos (aquellos que te comentaba del audio y de las nuevas compañías) la acción se agrandaba (quizás incluso me agrandaba yo, porque este es uno de los problemas del abusón, no?).

Ella, cuando salía a la calle evitaba los lugares donde yo o mis amigos pudiéramos estar. Y si nos veía, cambiaba su rumbo. Ella, no quería salir a la calle. Evitaba salir a la calle. Y yo.. Yo no veía realmente la magnitud del problema.


Un día, después de haber hecho campana las primeras horas de clase, entre al instituto después de la hora del patio. Al entrar, una de las profesoras con las que más trato yo tenía, aquella que, cuando tenía un problema, me ayudaba siempre, me estaba esperando en la puerta. Yo me acojoné. "Mierda, me ha pillado haciendo campana" - pensé. Pero no. Me estaba esperando porque la madre de Jacinta había ido a hablar con dirección por el bullying que le hacía a su hija. No entraron en detalles. Pero me pidieron hacer una reunión con Jacinta, en presencia de una de las profesoras del centro. Yo, después de indignarme y manifestarme durante un largo rato declarando que yo no había hecho bullying a nadie, que las había que tenían la piel muy fina, que mienten más que hablan, accedí.


El día de la reunión, ella ya estaba dentro de la sala y la profesora fuera esperándome. Cuando fui a entrar, vi que no estaba sola, que Adolfo estaba sentado dentro a su lado. Entre y dije que: "con este yo no tengo nada que hablar, si tanto queréis esta reunión ya sé está pirando". Él, en el tono hostil en el que ya tan acostumbrados estábamos a hablarnos y que había incrementado según pasaban las semanas, contestó que no pensaba irse. Tras mucho dialogar la profesora con él, se marchó. Digamos que en esa época mi carácter era mucho más fuerte e impulsivo, la profesora lo sabía y sabía que si él no se iba poco iba a tardar yo en irme de allí. 

Después de que Adolfo se fuera, me senté enfrente de Jacinta. La profesora nos dijo que empezáramos a hablar. En la cara de Jacinta veía nerviosismo, intranquilidad y... Miedo. Mi actitud durante toda la charla fue de reproches, se podría calificar de agresiva (pero no de una agresividad activa, sino pasiva). Dije que empezará a hablar ella, tanto que había hablado ya de mí y del supuesto bullying que le hacía (digo supuesto porque es lo que yo en ese momento pensaba).

Ella dijo, tímidamente e intentando sacar con hilo de voz la garra que en ese momento necesitaba, que no, que empezara yo. Volví a amenazar con irme, que no me iba a hacer venir a hablar para ahora quedarse callada, que dijera todo lo que tuviera que decir, tanto que quería hablar. La profesora volvió a persuadirme para que me quedara, y empecé a hablar yo. “¿Bueno, quieres que empiece yo? ¿Pues venga, por dónde quieres que empiece? ¿Por cuándo te conté la mierda que tu asqueroso novio iba diciendo de ti y decidiste no creértelo? Que te enteres, que es lo único que tienes y no te quiere. Que te fuiste, te fuiste porque quisiste, y él, cuando se vaya, que se ira, te dejara sola, …" 

La reunión acabó con 90% hablando yo, 2% de monosílabos de Jacinta, y lo restante fue la profesora apagando mi monólogo y disolviendo la reunión.


Después de la reunión la cosa siguió. Y siguió mucho tiempo hasta que me cansé. Por una parte, paré por aburrimiento. Por otra, y mucho más importante, por que la amiga de la que al principio hablábamos, Cristina, que es con la única que sigo manteniendo una relación estrecha de aquel grupo inicial, estaba harta de verme actuar así, sentía lástima por Jacinta, y me hizo abrir los ojos, empezar a darme cuenta de las cosas... 
Años después, me he ido enterando por terceras personas de la gravedad de aquel momento. Hoy en día sé que esa persona sufría constantes ataques de ansiedad, que perdió por completo la felicidad, que le tenía un miedo espantoso a salir de casa, que lloraba tanto que perdía el aire y que iba a psicólogos constantemente.

Soy la primera que siente asco hacia mi misma al leer esto, al recordarlo. Yo nunca me suelo arrepentir de nada, quién bien me conoce lo sabe. Y de esta afirmación, solo hay una excepción … Me arrepiento de una cosa. Y es de haber hecho bullying. De haber sido tan cabrona. De haber tenido tanta maldad para envenenar la vida de una persona.

He hablado con Jacinta en repetidas ocasiones años después, hemos llorado juntas y le he pedido perdón. A través de estas charlas con ella pude ver, con más exactitud aún, por todo lo que había pasado.


He llorado con esta historia. Mi historia. Me costó mucho perdonarme. Hay quien pensará que es imperdonable, y a quien piense así nada más que decir que darle la razón. Pero las personas crecemos, y nos damos cuenta de las cosas. Y yo así hice, y así decidí perdonarme. 

Creo mucho en la hipótesis del contacto, esa que dice que para entender algo hay que convivir con ello, que hay que aproximarse, estar cerca. El hecho de poder haber hablado con Jacinta y saber de su boca su experiencia me ayudó a comprender la magnitud del problema, a entender.


Por otro lado, no sé bien quién, creo que es obra de no sé qué filósofo, tomada y amoldada más adelante por no sé qué sociólogo, dijo una vez que: "solo hace el mal aquel que no lo conoce". Yo creía conocerlo, creía saber que "estaba siendo mala". Ahora sé, que no lo sabía. Que no lo entendía.


Tras mucho aprendizaje y mucha evolución, entiendo. Y hoy sí puedo decir que, de esa “yo”, no queda nada más que la experiencia y el arrepentimiento asumido (aquel que deja de torturarte y utilizas para mejorar).
Aun así, sigue siendo duro recordar épocas pasadas, donde no eras quien hoy eres, y es porque cuesta mucho recordar cómo pensabas en aquel momento, y tortura intentar comprender cómo eras capaz de pensar así, y, lo que es más, de actuar así.

Desgraciadamente, este es solo uno de los muchos casos que se dan constantemente. Puede parecer que la sociedad está concienciada sobre el bullyng, pero es un espejismo; no lo está, y está muy lejos de estarlo.

Sabemos de su existencia, pero nos presentan el bullying como una macro-acción, como algo que puede estar en nuestras realidades, pero nos lo muestran como perteneciente a una realidad ajena a la nuestra. Hay que con-tex-tua-li-zar. Hay que concienciar, no vender bullying como pieza de marketing. 


Espero que te haya servido. A mí me ha servido para cambiar y ser quién soy.



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Bully Out, blog creado por Carlos Paños, Emma Skantz, Ayla Soriano e Irene Velasco

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